El blanqueamiento dental es uno de los tratamientos de estética más demandados en las clínicas dentales. La imagen, en la actualidad, es crucial para tener éxito. Por ello, lucir dientes blancos, alineados y sin imperfecciones es algo tan deseado por todo el mundo. Para nadie es un secreto que una sonrisa bonita abre puertas y es la mejor carta de presentación que puede ofrecer una persona a los demás. De hecho, los personajes públicos y las estrellas de cine y de televisión cuidan, especialmente, este aspecto de su físico.
¿Qué es el blanqueamiento dental?
El blanqueamiento dental es un tratamiento que se emplea para aclarar el color de los dientes o devolverles su color original. Hay diversas técnicas para desarrollar este método de estética bucodental. Sin embargo, se ha de aplicar el método más seguro y eficaz para cada paciente. El objetivo final es que con estas técnicas se pueda recuperar el brillo y el color original de las piezas dentales.
Este método, por lo general, se basa en la aplicación de un gel que contiene peróxido. El peróxido se sumerge a través de los canales naturales de la microestructura de los dientes, penetrando en ellos, hasta alcanzar las zonas más oscuras. En ese momento, es cuando se produce, en el diente, una reacción de reducción y oxidación. Esto provoca que se rompan los enlaces de los pigmentos internos del diente. Y este proceso es el responsable del blanqueamiento progresivo de la pieza dental.
Tal y como hemos citado anteriormente, cada caso se tiene que evaluar y estudiar, de forma individual, pero, en líneas generales, está indicado para cada persona que desee aclara el tono de sus dientes. No obstante, en ocasiones, no se podrá conseguir este objetivo. Por ejemplo, en aquellos dientes que están previamente restaurados con carillas estéticas, composite o fundas dentales.
En este sentido, es clave la intervención del odontólogo que será el que desarrolle un diagnóstico previo antes de cada intervención. Hará el seguimiento para comprobar la evolución y el correcto desarrollo del proceso. Y se asegurará de que todo funcione correctamente. Se encargará de hacer un control exhaustivo comprobando que no exista ningún riesgo para las encías, ni para los tejidos blandos de la boca. Y, naturalmente, tampoco para los dientes.
Así, el odontólogo confirmará que el método empleado y el tratamiento se realiza de la forma adecuada. Es decir, usando la cantidad del producto blanqueador en su justa medida, así como monitorizando el progreso y los avances de forma directa con visitas periódicas para certificar que el desarrollo del tratamiento es correcto. El odontólogo también será quién decida si es recomendable realizar el tratamiento desde casa o acudir a la clínica dental. Todo ello, basado en criterios sanitarios.
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